Entradas

Mostrando entradas de agosto, 2019

Odisea VI: Sueños de una adolescente

Imagen
Einar Goyo Ponte El evidentemente nuevo narrador que es el “Segundo Homero”, tan diverso del enfocado de la Ilíada , inicia el relato -salvo el primer verso- de esta nueva rapsodia sexta,   con un personaje completamente desconocido. Para nosotros, lectores modernos, se trata de un procedimiento, una elipsis habitual en el arte novelístico, pero   hace casi 300o años era una audacia mayúscula. Abandonar a su héroe en las playas de una tierra desconocida y concentrarse en una nueva figura era verdaderamente riesgoso. Incluso para quien siglos más tarde recopila, redacta y estructura lo es, pues los antecedentes son escasísimos. Así comienza Odisea , VI, con la atención puesta en un personaje desconocido pero crucial. En forma de sueño estimulador, Atenea se adentra en la noche de una adolescente, la princesa Nausícaa, hija de Alcínoo y Arete, reyes de Esqueria, la tierra a donde ha llegado Odiseo. Fíjense la elipsis dentro de la elipsis: no son los reyes, los poderosos, los que

Odisea V: La inmortalidad dura siete años

Imagen
Einar Goyo Ponte Hay un detalle que se destaca por encima de los demás en esta proximidad que nos vincula a La Odisea . Se trata fundamentalmente de la aventura de un individuo. En La Ilíada podemos escoger el carácter de heroísmo con el que nos identificamos, podemos simpatizar con cualquiera de los héroes del relato. Embriagarnos del ímpetu de Aquiles o emocionarnos con los debates sentimentales de Héctor, excitarnos con la juventud de Patroclo o soñar con las osadías de Diomedes. Pero en La Odisea todo está diseñado para que nos conectemos con Odiseo, prácticamente de inmediato. Su aventura no está disputada por otro héroe. Todos los demás personajes son adversarios, antagonistas o aliados, mas ninguno le hace sombra. Yace allí buena parte de esa modernidad ya señalada de este segundo poema homérico. Mientras La Ilíada se nos presenta como un gran fresco del valor y la gloria, con héroes insignes de uno y otro bando, con la estirpe de los dioses dividida entre troyanos y

Odisea IV: De Helena a Penélope

Imagen
Einar Goyo Ponte No están exentos de maravilla los cortos viajes de Telémaco: Pilo, donde Néstor refiere el desdichado destino de los héroes griegos después de zarpar de Troya: los muertos en batalla, Ayax, Aquiles, Patroclo. La ira divina tras arrasar la ciudad. El retorno maltrecho, caótico. Algunos se pierden, otros llegan tarde y mal, otros no han vuelto aún, como Odiseo, todos por “el océano poblado de monstruos”. No queda claro el episodio: ¿se enojan los dioses por el triunfo aqueo en Troya o por su desmesura? ¿Compensan con los males que arrojan sobre los cansados guerreros el sufrimiento de los troyanos en los 10 años de guerra? ¿Faltaron los griegos en rendir homenaje a los dioses antes de volver a sus hogares? Todo ello parece reunirse en el relato de Néstor, quien vivió la guerra de principio a fin, y ahora, sobreviviente, ha contemplado los pesares de sus compañeros. Es la ira divina sin más, sin argumentos, justificaciones ni explicaciones. El infortunio termina sien

Odisea I, II, III: Telemaquíada

Imagen
Einar Goyo Ponte De una remota época heroica provienen los hechos, la célula oscuramente histórica que Homero convierte en materia de sus poemas épicos, La Iliada   y La Odisea. Estos aqueos ambiciosos, avasallantes que intentan asolar las costas del Asia Menor son los Ahhiyawa de los textos hititas y egipcios de los siglos XV o XIII a.c. Y lo que se desprende de ellos en esos antiguos documentos los representa inquietantes y temibles. Esta época corresponde a la del dominio de estos mismos griegos, producto de la civilización micénica, pero ya tocados con la deslumbrante huella de la cultura cretense, del mar Mediterráneo. En el vértigo de la fruición que les producía la navegación y la posibilidad de expandir sus territorios y sus riquezas, así como la de alejarse por buenas temporadas de casa, en pos de la inacabable y siempre estimulante aventura, se dan a recorrer cada isla de esta cuenca donde las culturas más importantes y fecundas del mundo antiguo se dan cita. Pero

Ilíada XXIII-IV: Último interludio y tregua

Imagen
Einar Goyo Ponte Consumado el combate más esperado del poema, este requiere de un nuevo interludio, esta vez no erótico como en el canto XIV, sino más bien olímpico, pero no en el sentido divino, sino en el más moderno y deportivo. Los griegos antiguos, no sólo lo son, sino que eran personas muy extrañas o distintas de nosotros. En la muerte de un compañero muy amado y respetado, al lado del duelo y la presumible tristeza por su pérdida, optan por montar unos juegos ferozmente competitivos, tremendos, como si no hubiera aún batallas que librar. Funeral parece sinónimo de riesgo, de muestra de supremacía. Como en tantas cosas, que inventaron o fueron los primeros en hacer, los griegos crearon el ideal del “más fuerte, más rápido, más certero”. Los juegos los lidera el guerrero a quien más lacera la pérdida: Aquiles. La sangre de Héctor evidentemente no lo ha saciado. Su cadáver no revive el de Patroclo, ni amansa el fuego devorador en su pecho. Junto al priámida, doce jóvenes