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Ilíada XXII: El combate final

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Einar Goyo Ponte En la primera intervención olímpica disimulada de la vigésima segunda rapsodia, que pareciera hacer a los dioses cada vez más prescindibles, Apolo ha engañado a Aquiles y se lo revela, con lo cual logra un efecto quizás inesperado: busca distraerlo y darle ventaja en la huida a los troyanos, pero consigue acrecentar su ira. El canto narrará la cruenta consecuencia de esto. Ese cadáver podría ir en la cuenta de Apolo, y lo que veremos pareciera indicarnos que Homero no piensa distinto. El canto XXII está lleno de pasajes e imágenes extraordinarios: la primera llega en el verso 25. Príamo contempla la furibunda venida de Aquiles. Con el brillo de una estrella que se ve cada vez más de cerca, pero, de la luz, Homero pasa a concentrarse en el calor abrasador. Es una reiteración de la imagen del canto XVIII, cuando se deja ver por aqueos y troyanos para ayudar a rescatar el cadáver de Patroclo.   Aquiles es incandescente y su sola presencia es heraldo de devastación