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Odisea X: Circe

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Einar Goyo Ponte Los viajes de la Odisea están dispuestos sobre una inquietante oscilación, no obstante, diáfanamente simbólica: la de la vida y la muerte, la de la pulsión del regreso, seguida, acosada, inoculada por la pulsión de detenerse, de no continuar, la pulsión del cese.   En la primera, el norte es Itaca, pero la experiencia posible también es importante, pues representa la fruición extrema de la vida, como se pone de manifiesto en el episodio de las sirenas. En la segunda, la seducción de cada estación del viaje recuerda el cansancio y la incertidumbre de regresar, y la tentación de cancelar la empresa, para descansar definitivamente, como aparece al borde de la aventura con los lotófagos. Hay otros detalles vastamente simbólicos en esta Odisea . Uno de ellos particularmente inquietante. Ocurre al menos dos veces en el relato del marino: cuando Eolo regala a Odiseo el odre de los vientos para que pueda llegar directamente a su casa, sus compañeros creen que su capit